Atlético de Madrid derrotó 3-1 al Espanyol por LaLiga

Atlético de Madrid superó 3-1 al Espanyol y trepó al tercer lugar de LaLiga de España. 

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Atlético de Madrid venció al Espanyol. Foto: EFE
Atlético de Madrid venció al Espanyol. Foto: EFE

Atlético de Madrid superó 3-1 al Espanyol y trepó al tercer lugar de LaLiga de España. 

De nuevo agarrado a Álvaro Morata, el promotor del 1-1 y el goleador del 2-1, el Atlético de Madrid sorteó un partido comprometido, esquivó la acechante crisis, superó otro primer tiempo alarmante y remontó al Espanyol, mejor hasta el descanso, cuando surgió un conjunto rojiblanco totalmente distinto.

Con los mismos once futbolistas, pero con otra idea, otra intención y, sobre todo, con la ambición que no había tenido antes y que debe exigirse un equipo como el Atlético, que jugó al filo del fiasco durante los primeros 45 minutos, doblegado por un rival mejor y más concreto en cada sector hasta el 1-1 al borde del descanso, y que se sostiene a un punto del líder, pero todavía a trompicones.

Un alivio en los actuales tiempos en el Atlético, como lo fue el pitido del árbitro para anular un gol al Espanyol en el minuto 85, por una supuesta falta antes del cabezazo. La polémica final del partido, cuando el conjunto blanquiazul aún insistía en la igualada, tanto como jugaba con fuego el equipo rojiblanco, arrinconado atrás, hasta que Koke Resurrección sentenció al contragolpe en el 92.

El Atlético disputó otro primer tiempo deprimente, como tantos en esta temporada, como en Vitoria, en Sevilla o en Leverkusen. ¿La responsabilidad? Algunas veces del planteamiento de Simeone, otras de la ejecución de los futbolistas y este domingo mucho más de lo primero que de lo segundo, con una puesta en escena vulgar.

Al penúltimo de la clasificación, a sus tres centrales y a su agresividad en el medio campo, le entregó la posesión como si tal situación, el poder del balón, no fuera con él; ni le acechó ni le presionó de verdad y ni siquiera se planteó jugar en corto en los saques de Jan Oblak, todos en dirección a la prolongación de Saúl.

No hubo determinación en el Atlético, que limitó su plan a esperar el fallo ajeno en algún pase para lanzar el contragolpe, para rebuscar en la velocidad de Vitolo, Morata o Correa la transición inexistente del centro del campo, donde fue especialmente evidente el naufragio, como también en una defensa más que apurada.

Contrarrestada la ruta local con la presión inmediata a cada pérdida propia en campo contrario, el primer acto fue del Espanyol, aunque las primeras maniobras de Vitolo invitaban a un duelo muy distinto, como la pared que puso a Morata solo ante Diego López, cuando le picó el balón, le superó, pero sin la dirección apropiada.

El conjunto blanquiazul, que perdió a Naldo por lesión superado el cuarto de hora, ganó más empaque con el paso de los minutos, sin ocasiones, pero con esa intuición de que, en cualquier momento, sería capaz de aprovechar tal situación. Lo avisó la volea de Wu Lei, cuando ya se sentían los primeros pitos, y lo confirmó el derechazo de Darder en el minuto 39 para desatar la bronca del público a un Atlético que aún no ha aprendido una lección repetida.

La definición junto al poste, inalcanzable para Oblak, habría sido imposible sin la enésima pérdida de pelota del Atlético, entre Koke y Thomas. También sin esa celeridad, empeño y rigurosidad que le puso el Espanyol para recuperar cuanto antes el balón, en este caso Víctor Sánchez para asistir a Darder en el borde del área.

Pero entre la sonora censura por parte del público por otra primera parte para muchísimo más que una reflexión, el Atlético se encontró con un bálsamo imprevisto en la última acción previa al descanso: Thomas acertó por fin un pase a la espalda de la defensa rival, Morata centró por encima de Diego López, Correa cabeceó al borde de la línea y el VAR corrigió el presunto fuera de juego.

Al intermedio con 1-1. O al diván en el caso del Atlético, que ya fue otro. Al menos, por ambición. El Atlético que esperó se transformó en un equipo que salió al campo contrario, a la presión, al acecho de su adversario, con el efecto que provocó inmediato en su presencia ofensiva y en el agobio estresante de su oponente.

Apareció de nuevo el VAR, para pasar del visionado del árbitro sobre el mismo césped de un posible penalti a Felipe a una falta ofensiva del central brasileño, y, sobre todo, lo hizo de verdad el Atlético, que encadenó ocasiones hasta la conexión definitiva: de Vitolo -aclamado cuando fue sustituido a cuarto de hora del final- al espacio a Morata, que resolvió con contundencia (2-1, m. 58).

Su sexto gol en los últimos seis partidos, uno en cada uno, y la victoria del conjunto rojiblanco, aún con suspense, cuando el árbitro anuló un gol al Espanyol en el minuto 85, e irrebatible cuando Koke anotó el 3-1, a pase de Diego Costa, para esquivar la crisis, indisimulable en el primer tiempo, y pospuesta, o zanjada, el tiempo lo dirá, en el segundo, cuando fue más reconocible. EFE